La vida es bonita, a veces, y siempre
sale el sol, para muchos, pero no para todos. Y mientras algunos disfrutamos de
un buen fin de semana sin ninguna dificultad, con acceso a todo, incluso a tiempo
de ocio, en otros lugares se ven impedidos de todo, incluso de lo más
elemental.
Este párrafo anterior da igual
cuando se lea, perfectamente y casi siempre, tiene sentido y se cumple.
2122.
7,2.
30.
Son cifras de una escala terrorífica.
La primera se refiere a fallecidos, la segunda a la escala Ritcher, esa que
mide la intensidad de los movimientos terrestres y la tercera son los segundos
que duró. Y es que el pasado viernes por la noche un terremoto sacudió las
entrañas de Marruecos, en el corazón del Atlas. Tan sólo 30 segundos que
bastaron para causar este infierno.
Como siempre en estos casos el
recuento de la primera escala se inicia con un número más bajo del que al final
lamentablemente resulta. Al ser en zona de difícil acceso, en zona montañosa,
confiemos en que esa cifra no suba más con el paso de los días.
Es tal la rabia, impotencia,
tristeza, enfado y otros sentimientos que en estos casos siento que si creyera en Dios, me gustaría
ponerme frente a él, con la misma cara del cafre del Trump (quizá escriba sobre esta foto en otro momento) y gritarle ¿pero
esto por qué? ¡Cabrón!
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