Imagino un mundo sin redes
sociales, sin Internet ni feisbug, tuiter ni tiquittoc, ¿os acordáis? Tampoco
hace tantos años de este furor por lo inmediato, por el postureo y por querer
ser famoso a toda costa, y creo que se vivía mejor. Sin tanta ansiedad. Sin la
necesidad de colgar todo al segundo. Sin compartir todo de tu vida.
Quien me conozca puede decirme que
yo también caigo en esa adicción, a lo que podría contestarle que reconozco que
yo he pecado y peco, pero que no soy tan extremo como otra gente, no estoy tan
enganchado. Al menos así lo creo, igual estoy peor de lo que me parece...uy,
suena alarma de poner la foto del día en Instagram jajajaja es broma.
Volviendo a esto de la inmediatez
y de este afán por sobresalir, lo que se consigue es que los gilipollas
florezcan. Porque ahora no es que no puedas cometer un delito, no es que no
puedas traspasar límites, es que en estos tiempos hasta un ladrón cuelga su
robo, un pirado de la velocidad cuelga su cuentakilómetros a 200 por la
autopista y un pavo australiano publica un video con una pitón, Shiva la llama,
enrollada al cuello mientras hace surf. Y el tío dice que lo ha hecho una
decena de veces. ¿Para qué? ¿Para qué lo difundes? Si la normativa te lo
prohíbe, hazlo al menos sin que se entere todo Cristo.
Así que da la impresión de que hay
menos libertad, pero de lo que no tengo dudas es de que hay más personajes de
intelecto muy limitado por no repetir de nuevo lo de gilipollas. Aunque sí, famosillos
y gilipollas.
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