viernes, 1 de septiembre de 2023

La rutina

 

(31 de agosto)



Hay días en los que tienes la sensación de estar repitiendo lo mismo que el día anterior. Despertar, levantarte, asearte, desayunar, trabajar, comer. Las mismas fases, los mismos procesos sin variación alguna, idénticos verbos sin sustancia significativa, llevados a cabo casi por inercia. Se enmarcan en la ansiada rutina para algunos, denostada para otros. Nada reseñable marca el calendario en esas fechas, ni por nada especial será recordado para bien o para mal.

En mi caso, este jueves es en parte de ese estilo, salvo por acudir a pasar la correspondiente ITV de mi vehículo. El pobre se hace mayor y ya cada año debe acudir a demostrar que las actividades vitales las tiene en orden.

A pesar de que llevamos unas cuantas inspecciones a nuestras espaldas, creo que me sigo poniendo más nervioso yo que él. Ni cuando le miran los bajos se ruboriza. Se pone gallito cuando suena el claxon y ruge con furia cuando le pisan el acelerador a fondo. En cambio yo, desde que salgo rumbo al establecimiento, me muerdo las uñas (¡mal hecho!), se me blanquea la piel y se me encoge el estómago. Incluso me tropiezo cuando me mandan salir del coche para dejarles manipularlo.

¡Qué sinvivir!

No lo puedo evitar. Me digo, venga, que no es nada. En poco salimos con la pegatinica puesta que nos habilita un año más.

Y qué largo se hace cuando has recorrido toda la yincana y te dicen que aguardes ahí fuera mientras el operario prepara la documentación. Ahí es cuando piensas: “y si ya no es capaz de frenar bien el pobre, o si ya padece de ceguera y no alumbra en condiciones, o serán los humos que cada día como todos los abuelos los tiene peor…”

A veces intento descubrir en la cara de los operarios el veredicto pero los muy cabrones saben disimularlo bien. Para ellos no es más que un día de esos de rutina.

Por suerte, salimos victoriosos. Un año más.

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