viernes, 1 de diciembre de 2023

La enfermedad de escribir

 


Cuando el mal tiempo de frío y lluvia llega, me proporciona la posibilidad de parar un poco mis rutinas deportivas. Aprovecho para descansar, realizar algunas tareas domésticas y mirar por la ventana. También pensar. Quizá demasiado. Y por eso intento parar poco. Para no darle la posibilidad a mi mente de darle vueltas y vueltas a los pensamientos que los carga el puto diablo.

Vigilando mis divagaciones se encuentra hoy la portada de un libro, en concreto un ejemplar del genial Bukowski, “La enfermedad de escribir”. Y como un dardo en busca de su diana me asalta una idea.

¡Maldita enfermedad esta de escribir!

Cuando lo habitual es que las noticias malas corran rápido y los diagnósticos más de la cuenta sean desfavorables, ojalá todas las enfermedades fueran así. En vez de infarto de, cáncer de, accidente de... enfermedad infecciosa de la risa para la cual no hay vacuna, metástasis de besos y abrazos, síndrome de la dibujitis aguda, felicidad transitoria en bucle...

No estaría mal ir a la farmacia a por los medicamentos que prolongaran los efectos de estas enfermedades en vez de sanarlos.

¿Se os ocurre alguna “dolencia” de estas que os gustaría “padecer”?

Puestos a soñar.

Virus de la satisfacción generalizada, epidemia de solidaridad, síndrome de las múltiples habilidades.

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martes, 21 de noviembre de 2023

Palabreando

 


Nos diferenciamos de los animales en nuestra capacidad de comunicarnos por medio de palabras que adquieren vida bien al ser pronunciadas, bien al escribirlas. Claro me queda la duda de si las palabras pronunciadas que nadie escucha y las escritas que nadie lee, se pueden considerar como tales. Quizá sean entonces palabras inertes, sin función alguna.

De la manera que sea las hay de muchos tipos. 

Palabras sin sentido como inflación, machismo, monarquía. Palabras profundas: abismo, pozo. Vistosas: cromático, arco iris. Alegres: fiesta, chiste, carcajadas. Tristes: depresión, enfermedad, cárcel, huérfano. Golosas: pastel, chocolate, natillas. Tajantes: fin, muerte. Palabras de compromisos rotos: divorcio, traición. Pixeladas como estas mías que no son capaces de cumplir el reto marcado al inicio de una entrada diaria. 

Preferidas. Una de las mías es “umbral”. Más allá de las definiciones que aparecen en el diccionario, parte inferior o escalón contrapuesto al dintel, en la puerta o entrada a una casa, me suena a zona de cambio, zona de paso de una realidad a otra, unión de un mundo a otro. Y en ese lugar intento quedarme cuando duermo, cuando tengo un sueño y no una pesadilla. Trato de agarrarme a ese momento en el que no estoy despierto aún pero tampoco duermo profundamente, y así me quedo flotando en esa unión, en ese umbral entre ficción y realidad.

Otras palabras preferidas son alféizar, ojiplático, carambola, carámbano.

¿Tenéis alguna palabra preferida? ¿Alguna que os guste, que por la razón que sea os transporte a estadios de ensueño y/o admiración? Lo podéis compartir en comentarios.


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miércoles, 1 de noviembre de 2023

¿Por qué todo?

 


Hoy necesito vomitar. Vomitar palabras de mierda. Expulsarlas de mi boca. Liberarlas para evitar que me estallen dentro de mi cuerpo. Que salgan tal como me vienen. Sin orden. O con caos de por medio. Como sea. Que salgan.

Dolor. Muerte. Sufrimiento. Bombas. Tanques. Explosiones. Ruinas. Barbarie. Oscuridad. Más bombas. Más explosiones. Más barbarie. Más Muerte. Locura. Venganza. Sionismo. Colonialismo. Religión. Dios. Cabrones. Cómplices. Impotencia. Rabia. Pena. Abatimiento. Impotencia. Sin sentido.

Genocidio. Genocidio. Genocidio.

En pleno siglo XXI y con unas décadas por los caminos de esta vida, que alguien me diga cómo explicar a mis hijos las miserias que nos rodean. Cómo hacerles entender que la vida no es para sufrir. Que siempre hay una luz de esperanza al final del túnel. Que siempre sale el sol a la mañana siguiente. O a la siguiente.

Cómo explicarles por qué se llega al horror.  Ponerles excusas que fundamenten lo inexplicable. Que no hay límites ni reglas cuando el demonio hace de las suyas.

Bombas.

Destrucción.

Muerte.

En mi cabeza rebotan una y otra vez imágenes que no deberían estar presentes ni en las peores pesadillas. Esos niños, como mis hijos. Esas mujeres, como la mía, como mi madre y mi abuela. Esos hombres, jóvenes, adultos, ancianos. Todos magullados. Con los rostros desencajados, la mirada perdida. Lanzando gritos al vacío. 

Cómo explicarles que a pesar de todo, mientras esas realidades suceden a distancia, yo consigo disfrutar con las cosas sencillas, saboreando una comida, haciendo el deporte que me gusta, relajándome en la naturaleza. Explicarles que esta maldita vida sigue aún con el alma rota y sucia por esta contradicción. Que la Tierra sigue girando aunque mucha gente permanezca inmóvil, impasible ante tanta destrucción, incapaz de mostrar un mínimo de empatía.

¿Por qué todo?

 

 


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martes, 31 de octubre de 2023

¿Truco o trato?

 



Suelo confundir la realidad con la ficción y entremezclo lo vivido a ambos lados del umbral que separa la noche y el día, lo soñado con lo vivido despierto. Por eso las cosas malas las suelo encasillar en el mundo de las pesadillas y las buenas me convenzo de que son las reales.

Esta mañana sin ir más lejos, al despertar y comprobar que era la hora de ir a trabajar no me lo creí y seguí durmiendo un rato más, hasta que el despertador volvió a insistir en recordarme que en verdad debía levantarme para no llegar tarde. Mi confusión volvió cuando al bajar a tomar un café en las televisiones del bar donde suelo ir, reflejaban una imagen como la foto de arriba, una imagen anacrónica, salida de las tinieblas del medievo. Me pellizqué para averiguar si sentía dolor o no. Quizá todavía estaba dormido. Fatalmente casi me arranco un trozo de la carne de mi antebrazo con el consiguiente grito y las miradas atónitas de los presentes.

¿Cómo podía ser real?

El resto del día seguí rumiando la imagen.

¿Y si la señora de la izquierda le estaba diciendo a la joven de blanco: “Repita conmigo: esternocleidomastoideo, supercalifragilisticoespialidoso, tururúmássabeelborriquitoquetú…”?

O le estaba indicando que le señalara en el libro ¿dónde está Wally? (¿Conocéis esos libros de buscar a Wally no?) y todos ahí atentos, con la mirada fija para ver dónde ponía su mano.

O ya puestos, al ser días de difuntos y santos, más de Halloween en esta era de la modernidad, le estaba informando en nombre de todos los españoles (no los de bien, sino los otros) que la monarquía estaba muerta, que sus integrantes eran zombies vivientes y el trato que no el truco eran unas bolsas de caramelos y para casa.



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miércoles, 25 de octubre de 2023

El hombre que no paraba de subir

 



Ya desde cuando era bebé este hombre tenía la afición de subir y subir. Y es que no paraba de subirse a todos los sitios. Se subía por los barrotes de la cuna agarrándose con sus dos manitas y apoyando sus piececitos para darse más impulso. Menos mal que todavía no tenía fuerza suficiente, aunque en más de una ocasión fue salvado por sus padres en el límite de caer al otro lado.

Cuando aprendió a andar ya llevaba tiempo acercándose a gatas hasta el sofá del salón al que se subía, con cierta dificultad, pero lo lograba a base de insistencia para asombro del resto de la familia, a la que regalaba una sonrisa desde arriba.

En el cole pronto comenzó a subirse al pupitre. La atracción era superior a él, no podía evitarlo y en cuanto se quedaban solos por ausencia del profesor de turno, y mientras los demás niños tiraban bolas de papel o se ponían a hablar o a jugar, él se levantaba y de un salto se subía al pupitre. Tras unos cuantos castigos aprendió a reaccionar más rápido y sentarse como si nada cuando llegaba el profesor.

Durante su juventud esta obsesión lejos de aminorar, se incrementó todavía más. Se subía al autobús por la puerta de atrás, sin pagar, para bajar en la siguiente parada antes de que le pillara el revisor pero con la idea de volver a subirse en el siguiente autobús, de nuevo por la puerta de atrás, sin pagar y para bajar en la siguiente parada. Y así se pasaba las tardes. Subir, bajar, para volver a subir que era lo que apaciguaba su ansiedad.

Un día en esas subidas de placer y bajadas de obligación, conoció a su primer amor. Se complementaban a la perfección, al menos al principio. A él le gustaba subir, a ella le gustaba bajar. Y así fue como en las escaleras mecánicas de un centro comercial, surgió el flechazo, justo en el momento en el que se cruzaron. Ni qué decir tiene que él subía y ella bajaba. Fue una relación intensa. Llena de subidas y bajadas. Y como el equilibrio era imposible entre ellos, terminaron por seguir cada uno su camino.

De adulto este hombre siguió con su inquietud. Y eso que parecía haber subido todo lo que había por subir en la vida. Subió de reponedor a encargado, de encargado a subdirector, a director de tienda, a director de zona y en poco tiempo se convirtió en el hombre que dirigía los hilos de la mayor multinacional del planeta.  Desde su despacho en la última planta del rascacielos más alto, recordaba cuando le decían “estudia que es para ti, que llegarás lejos”. Y parecía haberlo logrado, pero este hombre no podía parar de pensar en maneras de subir. Y como tenía mucho dinero, se compró un globo al que dicen que se subió y ascendió empujado por las corrientes de aire hasta lo alto del cielo. Y subió y subió y subió…

 


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viernes, 20 de octubre de 2023

A/A de los padres y madres

 


Dar un repaso al diccionario de la RAE (Real Academia Española) suele ser siempre productivo y edificante. Hoy consulto una palabra que no representa duda alguna en cuanto a su ortografía, ni es un término rebuscado.

Niño:

2. adj. Que tiene pocos años.

3. adj. Que tiene poca experiencia.

De ahí busco también niñez:

1.      f. Período de la vida humana, que se extiende desde el nacimiento a la pubertad

Y finalmente pubertad:

1.            f. Primera fase de la adolescencia, en la cual se producen las modificaciones          propias del paso de la infancia a la edad adulta.

 

¿Y a qué viene esto os preguntaréis? Sabemos lo que es un niño y cómo se escribe y muchos hasta somos padres y, todos lo hemos sido alguna vez (niños que no padres) aunque hayan pasado unas cuantas décadas jajajaja

La historia es que ando mosqueado, noto como en la actualidad al niño no se le deja serlo. Por muchos motivos se le empuja a madurar antes de hora, se le exigen responsabilidades que no les corresponden. A veces la excusa son los horarios de trabajo de los padres y se les apunta a cuarenta mil actividades extraescolares incluso, otras es la comodidad propia porque jugar con ellos cuesta un esfuerzo adicional.

Ahora los niños a los 9, 10 años parece que tienen que tener móviles, a esos años se les permite ir solos al cole, a la misma edad han realizado viajes de todo tipo y lugares, a Disneyworld por ejemplo, ¿queda alguien sin ir?, ya han celebrado fiestas de cumpleaños como si fueran la última en su vida…

¿Qué les va a quedar por hacer a los dieciséis, a los dieciocho… a los treinta?

Un niño tiene pocos años y menos experiencia, dejemos que la adquieran poco a poco y a su debido tiempo.

Pensadlo al menos, gracias.


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jueves, 12 de octubre de 2023

Felices fiestas del Pilar

 



El calendario está marcado por fechas que se repiten año a año. Sales de una y entras en otra. Navidad, frío del invierno, Semana Santa, Puente de mayo cuando lo hay, fin del colegio, empieza el verano y sus calores, no ha terminado éste y preparas un nuevo inicio de curso... 

La vida en ciclos.

Y ahora estamos en plenas fiestas del Pilar. Las calles se llenan de gente, cachirulos, actividades, ferias, conciertos. El ambiente se inunda de ganas de pasarlo bien.

Y es entonces cuando a pesar de tanto alboroto, de tanta celebración, yo me siento más perdido. Porque se puede sentir la soledad estando muy acompañado. Se puede sentir nerviosismo cuando la gente parece disfrutar más. Y tú solo quieres huir, escapar de aquí.

Desde hace mucho, tengo claro que no me siento reflejado en las pasiones generales de los que me rodean. Seguramente sería más fácil para mí, camuflarme en el paisaje, vestirme de baturro estos días, escuchar jotas, salir en la ofrenda de flores, ser uno más. Pero cada vez ando más convencido de que vivo en un mundo equivocado. No encajo. Me siento solo ante el fervor de mi entorno. El corazón me late lejos de celebraciones religiosas, fuera de festividades folclóricas.

Ese ibón, esa montaña, esos buitres comiéndose el cadáver de una res quizá despeñada, el riachuelo de agua fresca que inerva la ladera.

Nada que ver.

Aún así, a todos, seáis de castañuelas o no, os emocionéis cerca de la Virgen del Pilar o no, os gusten estas fechas o no, os felicito las fiestas del Pilar. 

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